De Corazón a corazón: Am 2,6-10.13-16 (“Os llevé por el desierto cuarenta años… suscité profetas”); Mt 8,18-22 (“Te seguiré, Señor… Tú sígueme”).
Contemplación, vivencia, fraternidad, misión: La historia de cada ser humano es una historia de amor divino y humano, ya desde el seno de la propia madre y en el entorno de la propia familia. Todas las cosas son o tendrían que ser mensajeros y “profetas” de este amor, como oferta y como respuesta. Jesús se nos hace encontradizo para llamarnos a compartir su misma vida: “sígueme”. Su Evangelio y su Eucaristía lo iluminan todo, lo purifican, lo hacen destello de su amor, por medio de nuestra mirada, nuestro corazón y nuestras manos. Seguir a Cristo es una opción fundamental que no se improvisa y que compromete toda la existencia.
*Con María la Iglesia camina en comunión, abierta a las sorpresas del Espíritu Santo: María dijo el “sí” de totalidad y para siempre, en nombre nuestro. “La Virgen María nos acompaña… El anuncio del ángel… le proponía algo impensable, que iba más allá de sus fuerzas y que ella sola no hubiera podido manejar… Pero María no presentó objeciones. Le fue suficiente ese no temas, le bastó la garantía de Dios” (Papa Francisco, 25 marzo 2022).