LA PALABRA DE DIOS CONTEMPLADA, en los Santos Padres
“La Palabra suya (de Dios) que precedió del silencio” (S. Ignacio de Antioquía, Ad Magnesios, VIII, 1)
“La Palabra de Dios, que habitó en el hombre, se hizo también Hijo del hombre, para habituar al hombre a percibir a Dios” (San Ireneo, Tratado contra las herejías,lib.3)
“¿Quién es capaz, Señor, de penetrar con su mente una sola de tus frases? Como el sediento que bebe de la fuente, mucho más es lo que dejamos que lo que tomamos. Porque la palabra del Señor presenta muy diversos aspectos, según la diversa capacidad de los que la estudian” (S. Efrén, Comentarios sobre el Diatésaron, 1,18).
“El Señor Jesús hace surgir agua de la roca y todos bebieron de ella. Los que la bebieron en la figura quedaron saciados… Bebe a Cristo que es la vid; bebe a Cristo que es la roca de la cual brota el agua; bebe a Cristo para beber sus palabras… La Escritura divina se bebe, la Escritura divina se devora cuando lo central de la palabra eterna baja en las venas de la mente y en las energías del alma” (S. Ambrosio, Com. al Salmo 1, 33).
“No sea tu corazón como tierra endurecida, en que no penetra la semilla de la Palabra de Dios” (S. Agustín, Sermón 23,3)
“María es dichosa también porque escuchó la Palabra de Dios y la cumplió, llevó en su seno el cuerpo de Cristo, pero más aún guardó en su mente la verdad de Cristo. Cristo es la verdad” (San Agustín, Sermón 25).
«En el principio existía la Palabra» (Jn. 1,1). Juan es la voz que pasa, Cristo es la Palabra eterna que estaba en el principio. Si a la voz se le que quita la palabra, ¿qué queda? Un vago sonido. La voz sin palabra llega al oído, pero no edifica el corazón»(San Agustín, Sermón 293, 3).
(María Virgen, Palabra) “Se eligió una virgen de la estirpe real de David que, debiendo concebir un fruto sagrado, lo concibió antes en su espíritu que en su cuerpo” (S. León Magno, Homilía 21, sobre la Natividad del Señor)
“Las palabras divinas crecen con quien las lee” (S. Gregorio Magno, Homiliae in Ezechielem 1, 7)
“La Palabra, puesta sobre el candelero de la Iglesia… ilumina a todos los hombres” (San Máximo Confesor, Cuestión 63).