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AÑO DEDICADO A LA ORACIÓN, HACIA EL JUBILEO DE 2025

ESCUCHAR LA PALABRA DE DIOS COMO MARÍA:

Sucedió que, estando él diciendo estas cosas, alzó la voz una mujer de entre la gente, y dijo: «¡Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron!». Pero él dijo: «Dichosos más bien los que oyen la Palabra de Dios y la guardan.» (Lucas 11:27-28)

María, acogiendo y meditando en su corazón acontecimientos que no siempre puede comprender (cfr. Lc 2, 19), se convierte en el modelo de todos aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen (cfr. Lc 11, 28).

Los hechos y dichos de Jesús, María los escuchaba y los relacionaba con las Escrituras. Es la dinámica de escuchar, ver, recordar. En Belén, María comparaba lo que había oído de parte del ángel (cfr. Lc 2,10-12.17), con lo leído en la Escritura (e.g. Is 9,5) y lo visto (el niño recién nacido). «Meditando en su corazón, se daba cuenta que las cosas leídas se armonizaban con las palabras del ángel… Veía al niño recostado… aquel que era el Hijo de Dios… Lo veía recostado y ella meditaba las cosas que había oído, las que había leído y las que veía» (San Jerónimo)

Los discípulos se hacen «hermanos» del Señor, porque «escuchan la Palabra (en el corazón) y la ponen en práctica», siguiendo el modelo de la Madre de Jesús (Lc 8,21; cfr. Lc 2,19.51).

La actitud contemplativa de la Iglesia es una actitud profundamente mariana: «escuchar» la Palabra con el «corazón» abierto a los planes de Dios (cfr. Lc 2,19.51). Es la actitud de volver a la autenticidad de un corazón que se abre al amor, «en espíritu y en verdad» (Jn 4,23).

El itinerario contemplativo de la Iglesia sigue la invitación del Señor (“he aquí a tu madre”: Jn 19,26), para vivir en sintonía con su realidad materna: “Mi madre y mis hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 8,21). Es, pues, itinerario con, por, en y como María:

– dejarse sorprender por las palabras y acontecimientos de Jesús (cfr. Lc 2,19.51),
– admirar, respetar y adorar los planes salvíficos de Dios (cfr. Lc 1,29; 2,33),
– actitud de pobreza bíblica y de confianza filial (cfr. Lc 1,48, “esclava”, “pobre”),
– actitud de servicio a los hermanos (cfr. Lc 1,39) como instrumento portador de la gracia del Espíritu Santo (cfr. Lc 1,41),
– vivir en sintonía con Cristo el silencio de una donación total (cfr. Jn 19,25ss),
– vivir la oración eclesial (personal y litúrgica) en “Cenáculo” y en armonía de sentimientos y de oración “con María la Madre de Jesús” (Hch 1,14).

“(Virgen María)… Da pronto tu respuesta. Responde pronto al ángel, o, por mejor decir, al Señor por medio del ángel, responde una palabra y recibe al que es la Palabra; pronuncia tu palabra y concibe la divina, emite una palabra fugaz y acoge en tu seno a la Palabra eterna… Aquí está – dice la Virgen – la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra” (S. Bernardo, In laudibus Virginis Matris, Homilía IV, 8-9).

“Imitar a la Madre de Dios, que meditaba asiduamente las palabras y los hechos de su Hijo (cf. Lc 2,19.51) (Papa Benedicto XVI, Verbum Domini, n.83). “La Madre de Dios. Modelo para todos los fieles de acogida dócil de la divina Palabra, Ella «conservaba todas estas cosas, meditándolas en su corazón» (Lc 2,19; cf. 2,51). Sabía encontrar el lazo profundo que une en el gran designio de Dios acontecimientos, acciones y detalles aparentemente desunidos” (Verbum Domini, n.87)

“El Magníficat —un retrato de su alma, por decirlo así— está completamente tejido por los hilos tomados de la Sagrada Escritura, de la Palabra de Dios… la Palabra de Dios se convierte en palabra suya, y su palabra nace de la Palabra de Dios… sus pensamientos están en sintonía con el pensamiento de Dios, que su querer es un querer con Dios. Al estar íntimamente penetrada por la Palabra de Dios, puede convertirse en madre de la Palabra encarnada” (Papa Benedicto XVI, Deus Caritas est, n.41)

“La Madre se asocia al Hijo y custodia en el silencio … Y contemplando en silencio, dejamos que Jesús nos hable al corazón … todas estas cosas poblaban el corazón de María… Las meditaba, es decir las repasaba con Dios en su corazón … todos necesitamos tener un corazón de madre, que sepa custodiar la ternura de Dios y escuchar los latidos del hombre” (Papa Francisco, Homilía 1 enero 2018, Maternidad divina)

AÑO DE ORACIÓN 2024: “Señor, enséñanos a orar” (Lc 11,1)

“EN ORACIÓN CON JESÚS EN EL CAMINO DE LA CRUZ”
(Papa Francisco, Viacrucis, 29 marzo 2024, selección)

Introducción: Señor Jesús, al mirar tu cruz comprendemos tu entrega total por nosotros. Te consagramos y ofrecemos este tiempo. Queremos pasarlo junto a ti, que rezaste desde el Getsemaní hasta el Calvario. En el Año de la oración nos unimos a tu camino orante… Nos pides una sola cosa: quedarnos contigo… que permanezcamos cerca de ti… también hoy, sobre todo hoy, necesitas nuestra oración.

Invocación conclusiva (el nombre de Jesús, 14 veces). Señor, te rogamos como los necesitados, los frágiles y los enfermos del Evangelio, que te suplicaban con la palabra más sencilla y familiar: pronunciando tu nombre.

Jesús, tu nombre salva, porque tú eres nuestra salvación.

Jesús, tú eres mi vida y para no perderme en el camino te necesito a ti, que perdonas y levantas, que sanas mi corazón y das sentido a mi dolor.

Jesús, tú tomaste sobre ti mi maldad, y desde la cruz no me señalas con el dedo, sino que me abrazas; tú, manso y humilde de corazón, sáname de la amargura y del resentimiento, líbrame del prejuicio y de la desconfianza.

Jesús, te contemplo en la cruz y veo que se despliega ante mis ojos el amor, que da sentido a mi ser y es meta de mi camino. Ayúdame a amar y a perdonar, a vencer la intolerancia y la indiferencia, a no quejarme.

Jesús, en la cruz tienes sed, es sed de mi amor y de mi oración; los necesitas para llevar a cabo tus planes de bien y de paz.

Jesús, te doy gracias por los que responden a tu invitación y tienen la perseverancia de rezar, la valentía de creer y la constancia para seguir adelante a pesar de las dificultades.
Jesús, te encomiendo a los pastores de tu pueblo santo: su oración sostiene el rebaño; que encuentren tiempo para estar ante ti y que asemejen su corazón al tuyo.

Jesús, te bendigo por las contemplativas y los contemplativos, cuya oración, oculta al mundo, es agradable a ti. Protege a la Iglesia y a la humanidad.

Jesús, traigo ante ti las familias y las personas que han rezado esta noche desde sus casas; a los ancianos, especialmente a los que están solos; a los enfermos, gemas de la Iglesia que unen sus sufrimientos a los tuyos.

Jesús, que esta oración de intercesión abrace a los hermanos y hermanas de tantas partes del mundo que sufren persecución a causa de tu nombre; a los que padecen la tragedia de la guerra y a los que, sacando fuerzas de ti, cargan con pesadas cruces.

Jesús, por tu cruz has hecho de todos nosotros una sola cosa: reúne en comunión a los creyentes, infúndenos sentimientos fraternos y pacientes, ayúdanos a cooperar y a caminar juntos; mantén a la Iglesia y al mundo en la paz.

Jesús, juez santo que me llamarás por mi nombre, líbrame de juicios temerarios, chismes y palabras violentas y ofensivas.

Jesús, que antes de morir dijiste “todo se ha cumplido”. Yo, en mi miseria, no podré decirlo nunca. Pero confío en ti, porque eres mi esperanza, la esperanza de la Iglesia y del mundo.

Jesús, una palabra más quiero decirte y seguir repitiéndote: ¡Gracias! Gracias, Señor mío y Dios mío.

JORNADA MUNDIAL DE ORACIÓN POR LAS VOCACIONES

MENSAJE DEL PAPA FRANCISCO, 21 de abril de 2024 (Selección)
Llamados a sembrar la esperanza y a construir la paz

… Nuestra vida se realiza y llega a su plenitud cuando descubrimos quiénes somos, cuáles son nuestras cualidades, en qué ámbitos podemos hacerlas fructificar, qué camino podemos recorrer para convertirnos en signos e instrumentos de amor, de acogida, de belleza y de paz, en los contextos donde cada uno vive.

Por eso, esta Jornada es siempre una hermosa ocasión para recordar con gratitud ante el Señor el compromiso fiel, cotidiano y a menudo escondido de aquellos que han abrazado una llamada que implica toda su vida…

Pienso en las personas consagradas, que ofrecen la propia existencia al Señor tanto en el silencio de la oración como en la acción apostólica, a veces en lugares de frontera y exclusión, sin escatimar energías, llevando adelante su carisma con creatividad y poniéndolo a disposición de aquellos que encuentran.

Y pienso en quienes han acogido la llamada al sacerdocio ordenado y se dedican al anuncio del Evangelio, y ofrecen su propia vida, junto al Pan eucarístico, por los hermanos, sembrando esperanza y mostrando a todos la belleza del Reino de Dios.

A los jóvenes, especialmente a cuantos se sienten alejados o que desconfían de la Iglesia, quisiera decirles: déjense fascinar por Jesús, plantéenle sus inquietudes fundamentales. A través de las páginas del Evangelio, déjense inquietar por su presencia que siempre nos pone beneficiosamente en crisis. Él respeta nuestra libertad, más que nadie; no se impone, sino que se propone. Denle cabida y encontrarán la felicidad en su seguimiento y, si se los pide, en la entrega total a Él.

Un pueblo en camino: La polifonía de los carismas y de las vocaciones, que la comunidad cristiana reconoce y acompaña, nos ayuda a comprender plenamente nuestra identidad como cristianos… Además, en el presente momento histórico, el camino común nos conduce hacia el Año Jubilar del 2025. Caminamos como peregrinos de esperanza hacia el Año Santo para que, redescubriendo la propia vocación y poniendo en relación los diversos dones del Espíritu, seamos en el mundo portadores y testigos del anhelo de Jesús: que formemos una sola familia, unida en el amor de Dios y sólida en el vínculo de la caridad, del compartir y de la fraternidad.

Esta Jornada está dedicada a la oración para invocar del Padre, en particular, el don de vocaciones santas para la edificación de su Reino: «Rueguen al dueño de los sembrados que envíe trabajadores para la cosecha» (Lc 10,2)…

En este año 2024, dedicado precisamente a la oración en preparación al Jubileo, estamos llamados a redescubrir el don inestimable de poder dialogar con el Señor, de corazón a corazón, convirtiéndonos en peregrinos de esperanza, porque «la oración es la primera fuerza de la esperanza. Mientras tú rezas la esperanza crece y avanza. Yo diría que la oración abre la puerta a la esperanza. La esperanza está ahí, pero con mi oración le abro la puerta» (Catequesis, 20 mayo 2020).

Peregrinos de esperanza y constructores de paz: Pero, ¿qué significa ser peregrinos? Quien comienza una peregrinación procura ante todo tener clara la meta, que lleva siempre en el corazón y en la mente. Pero, al mismo tiempo, para alcanzar ese objetivo es necesario concentrarse en la etapa presente… De este modo, ser peregrinos significa volver a empezar cada día, recomenzar siempre

El sentido de la peregrinación cristiana es precisamente este: nos ponemos en camino para descubrir el amor de Dios y, al mismo tiempo, para conocernos a nosotros mismos, a través de un viaje interior, siempre estimulado por la multiplicidad de las relaciones.
Por lo tanto, somos peregrinos porque hemos sido llamados
Este es, en definitiva, el propósito de toda vocación: llegar a ser hombres y mujeres de esperanza…
En nuestro tiempo es, pues, decisivo que nosotros los cristianos cultivemos una mirada llena de esperanza, para poder trabajar de manera fructífera, respondiendo a la vocación que nos ha sido confiada, al servicio del Reino de Dios, Reino de amor, de justicia y de paz. Esta esperanza —nos asegura san Pablo— «no quedará defraudada» (Rm 5,5)…

Dicha esperanza encuentra su centro propulsor en la Resurrección de Cristo… «Donde parece que todo ha muerto, por todas partes vuelven a aparecer los brotes de la resurrección. Es una fuerza imparable… en medio de la oscuridad siempre comienza a brotar algo nuevo, que tarde o temprano produce un fruto» (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 276)…

Ser peregrinos de esperanza y constructores de paz significa, entonces, fundar la propia existencia en la roca de la resurrección de Cristo, sabiendo que cada compromiso contraído, en la vocación que hemos abrazado y llevamos adelante, no cae en saco roto…
¡Que nadie se sienta excluido de esta llamada! Cada uno de nosotros, dentro de las propias posibilidades, en el específico estado de vida puede ser, con la ayuda del Espíritu Santo, sembrador de esperanza y de paz.

La valentía de involucrarse… ¡Levántense!”. Despertémonos del sueño, salgamos de la indiferencia, abramos las rejas de la prisión en la que tantas veces nos encerramos, para que cada uno de nosotros pueda descubrir la propia vocación en la Iglesia y en el mundo y se convierta en peregrino de esperanza y artífice de paz…
Levantémonos, por tanto, y pongámonos en camino como peregrinos de esperanza, para que, como hizo María con santa Isabel, también nosotros llevemos anuncios de alegría, generaremos vida nueva y seamos artesanos de fraternidad y de paz. Roma, San Juan de Letrán, 21 de abril de 2024, FRANCISCO
(Texto completo):
https://www.vatican.va/content/francesco/es/messages/vocations/documents/20240421-messaggio-61-gm-vocazioni.html